Río de Janeiro, 22 ago (EFE).- Río de Janeiro, una de las ciudades más impactadas por la pandemia en Brasil, sigue con su plan de desescalada, confiada en que el hospital de campaña de Riocentro, al que Efe tuvo acceso, tiene capacidad para atender cualquier posible salto en la demanda de camas ante nuevas olas de COVID-19.
Tras la desactivación de casi todos los hospitales de campaña que la ciudad había montado para atender a pacientes con coronavirus, el de Riocentro, el mayor de todos y actualmente con 300 camas pese a que llegó a tener 500, seguirá operando hasta que la pandemia deje de ser una amenaza, garantizaron este sábado sus responsables.
«Tras el cierre de otros hospitales, incluso de dos próximos que eran administrados por la iniciativa privada, el hospital de campaña de Riocentro va a permanecer abierto hasta que tengamos seguridad de que ya no será necesario ninguna de sus camas», afirmó a Efe César Fontes Rodrigues, el superintendente médico de la empresa RioSaúde y responsable de la unidad.
De acuerdo con este clínico de 63 años, con el pico de la curva de contagios de COVID-19 ya superado en Río de Janeiro, la unidad de Riocentro está capacitada para atender cualquier nueva ola de contagios en la ciudad.
«Planeamos el tamaño teniendo en cuenta las curvas de contagio y el pico de la enfermedad, pero entendiendo que este hospital de campaña va a operar durante toda la crisis: operamos durante la ola mayor, que ya pasó, y vamos a operar en las olas menores que puedan ocurrir de aquí en adelante», explicó.
HOSPITAL EN SEDE DE CONFERENCIAS DE LA ONU
Este hospital provisional, pero que se convirtió en referencia para el tratamiento de COVID-19 en Río, fue montado en un espacio de 16.500 metros cuadrados en el Riocentro, el principal centro de convenciones de la ciudad y que fue sede de dos conferencias de la ONU con la participación de centenares de jefes de Estado (las Cumbres de Desarrollo Sustentable de 1992 y de 2012).
La unidad, con 100 camas de cuidados intensivos con sus respectivos respiradores mecánicos, cuanta con laboratorios, un moderno centro de imágenes con tomógrafo de 128 canales y un centro quirúrgico de 500 metros cuadrados.
Fruto de una inversión inicial de 2 millones de dólares y con un costo mensual de 4,5 millones de dólares, el hospital tiene dos pabellones para alojar a los médicos, que todos los días, al comienzo y final de su jornada, pasan por un proceso de desinfección en contenedores con 36 duchas.
En la unidad inaugurada el 1 de mayo llegaron a trabajar 2.000 profesionales, incluyendo 463 médicos y 1.246 enfermeros.
«En el pico estuvimos con 500 camas activas pero no llegamos a estar con un 100 % de la ocupación en ningún momento», afirmó el superintendente de RioSaúde, la empresa municipal que administra los hospitales de campaña de Río.
En julio el número de camas fue reducido a 300 (se mantuvieron las 100 de cuidados intensivos) por la fuerte caída de la demanda, pero aún así, afirmó, hasta ahora no ha operado al 100 %.
Río de Janeiro, con 15.202 muertes y 207.036 contagios por COVID, es el segundo estado más afectado por la pandemia en Brasil, el país que, con más de 113.000 muertos y 3,5 millones de casos confirmados, se convirtió en el segundo más afectado por el coronavirus en el mundo después de Estados Unidos.
LAS MUERTES DIARIAS EN RÍO CAYERON A LA MITAD
Según la secretaría de Salud, el número de muertos en el estado de Río llegó a caer desde un promedio diario de 210 en la primera semana de junio, cuando alcanzó su pico, hasta 63 diarios en la segunda semana de agosto, pero volvió a crecer esta semana y actualmente alcanza un promedio diario de 95.
Algo que Fontes Rodrigues atribuye a la decisión del Ministerio de Salud de cambiar los criterios para diagnosticar la enfermedad y que hizo necesario actualizar las listas en los últimos días.
«Hubo un aumento pero que no corresponde a algún tipo de alteración en la curva de la enfermedad ni indica que estamos con una nueva ola. La realidad es que estamos con números decrecientes y tendencia declinante», dijo.
Esa tendencia hace poco probable un colapso hospitalario como el que casi se produjo en junio, cuando la tasa de ocupación de camas destinadas a pacientes con COVID se acercó al 90 %.
Según la secretaría municipal de Salud, actualmente hay en Río 204 pacientes con COVID en unidades de cuidados intensivos y otros 468 en camas de enfermería, lejos de la capacidad del municipio, que cuenta con 881 camas para contagiados, 251 de ellas con unidades de cuidados intensivos, por lo que no hay nadie en la fila de espera.
Tales números han permitido a Río de Janeiro avanzar rápidamente en un proceso de desescalada que inició en junio y que llegó a ser considerado como precipitado.
En esta ciudad brasileña ya funcionan, aunque con restricciones, todos los locales comerciales, los parques, los puntos turísticos, los estadios y hasta algunas escuelas privadas, y el pasado jueves la Gobernación autorizó la reapertura de cines, teatros, museos, centros culturales y eventos sociales con hasta 500 personas.
Esa acelerada desescalada depende principalmente de la capacidad del Riocentro ya que el Gobierno regional de Río desactivó los hospitales de campaña que había montado con excepción del construido en los anexos del estadio Maracaná.
Este último hospital continúa abierto, aunque sin ningún paciente, por una decisión de un tribunal que obliga a la Gobernación a mantener la estructura funcionando hasta el final de la crisis para atender cualquier rebrote de la enfermedad. Janaina Quinet y Carlos A. Moreno