Tegucigalpa – El cardenal de Honduras, Óscar Andrés Rodríguez Maradiaga, criticó la “politiquería” que se suscita a dos años de las elecciones en el país y señaló que la nación debe avanzar por otro camino.
“Gran parte de nuestra Honduras vive solo buscando el poder, ¿para qué?, ¿para servir?, ¿para blindarse? o para seguir explotando a un país que tiene todas las condiciones para poder desarrollarse”, reprendió el máximo jerarca de la Iglesia Católica en Honduras.
El religioso reflexionó sobre la descarnada competencia política que se vive al interno de los partidos políticos por definir quiénes serán los próximos candidatos a puestos de elección popular.
Durante la homilía celebrada en la Iglesia San Miguel Arcángel de Tegucigalpa, el cardenal hondureño arguyó que el desarrollo de Honduras está impedido por la ambición y el egoísmo de la clase política.
En ese orden, indicó que la palabra de Dios impulsa y nos dice “Honduras busca otro camino”.
Ejemplificó que se debe buscar otro camino como lo hicieron los Reyes Magos cuando Herodes les pidió que regresaran con él para saber dónde estaba el Niño Jesús.
“Queremos algo mejor, que aparezca la estrella de Jesucristo que transforma los corazones y los pueblos”, apostilló.
Caviló que el mundo ofrece los mismos caminos trillados pero debe buscar, al igual que los Reyes Magos, otros caminos.
“¿Por qué camino va a caminar Honduras en este 2020, por el mismo camino trillado de la mentira, el crimen y la corrupción?”, preguntó.
Al mismo tiempo respondió que el ideal nos está llamando a emprender un nuevo camino, el camino de justicia, el amor y la paz.
Acentuó que este nuevo camino no puede ser el mismo camino trillado de la politiquería.
Consideró que estamos atrapados en un círculo vicioso que no va a llevar a ningún desarrollo y ni progreso del país.
“Lo mismo de siempre no puede ser el ideal para un año nuevo”, zanjó.
A continuación Diario Paradigma reproduce la lectura del día tomada del evangelio según san Juan (1,1-18):
En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba junto a Dios, y el Verbo era Dios.
Él estaba en el principio junto a Dios.
Por medio de él se hizo todo, y sin él no se hizo nada de cuanto se ha hecho.
En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.
Y la luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no lo recibió.
Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: éste venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él.
No era él la luz, sino el que daba testimonio de la luz.
El Verbo era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre, viniendo al mundo.
En el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de él, y el mundo no lo conoció.
Vino a su casa, y los suyos no lo recibieron.
Pero a cuantos lo recibieron, les dio poder de ser hijos de Dios, a los que creen en su nombre.
Estos no han nacido de sangre, ni de deseo de carne,
ni de deseo de varón, sino que han nacido de Dios.
Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria como del Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad.
Juan da testimonio de él y grita diciendo:
«Este es de quien dije: el que viene detrás de mí se ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo».
Pues de su plenitud todos hemos recibido, gracia tras gracia.
Porque la ley se dio por medio de Moisés, la gracia y la verdad nos ha llegado por medio de Jesucristo.
A Dios nadie lo ha visto jamás: Dios Unigénito, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer.