«Roger Stone pide investigar a Xiomara Castro por narcotráfico; la acusación tiene implicaciones explosivas para Tegucigalpa», advierte el guionista Óscar Estrada en X

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Tegucigalpa.- El guionista y escritor Óscar Estrada alertó en X sobre una grave acusación lanzada por Roger Stone, asesor de Donald Trump, en su programa del 22 de junio. Stone pidió a agencias de EE.UU. investigar a la presidenta de Honduras, Xiomara Castro, por presuntos vínculos con el narcotráfico, en un caso que, según Estrada, podría tener fuertes repercusiones políticas en Tegucigalpa.

(1/13) En el episodio del 22 de junio de The Roger Stone Show, transmitido por la estación conservadora 77 WABC, el veterano operador político de Trump lanzó una grave acusación con la espera que resuene en los tribunales norteamericanos, pero que el epicentro político golpea en Tegucigalpa. Roger Stone, el mismo estratega que transformó las teorías del “deep state” en una consigna electoral y que convirtió a Donald Trump en mártir antes que imputado, declaró haber enviado cartas formales al director de la DEA, al FBI y a la Directora de Inteligencia Nacional exigiendo que se investigue a la presidenta de Honduras, Xiomara Castro, por presuntos vínculos con el narcotráfico.

(2/13) Stone fue todavía más allá. No sólo pidió una investigación contra el actual gobierno: exigió que el expresidente JOH sea liberado antes de las elecciones generales en Honduras. Dijo que sería un acto “estratégico y moral”, un golpe simbólico contra el gobierno de Castro y una señal para toda América Latina de que “la persecución de aliados de Trump no quedará impune”. La liberación de JOH, afirmó, “pondría a Libre a la defensiva” y desarmaría el relato de limpieza moral sobre el que se sostiene buena parte del discurso oficialista. ¿A qué juega Stone?

(3/13) Ese plazo impuesto por Stone (antes de las elecciones de noviembre) convierte su campaña #FreeJOH en algo más que una provocación retórica. Se trata de una operación con calendario. Y aunque parezca exagerada, no es un gesto solitario. Tiene lógica, aliados y una audiencia clara.

(4/13) En marzo de 2024, cuando aún se desarrollaba el juicio contra el expresidente Hernández en Nueva York, advertí que la fragilidad probatoria del caso abría una grieta profunda que lejos de darnos tranquilidad traería más tormentas en el futuro. Las evidencias circunstanciales que habíamos venido conociendo desde el caso de Tony Hernández, los testimonios de exnarcotraficantes, el patrón de conducta trazado en los alegatos, eran suficientemente perturbadores como para justificar una investigación exhaustiva contra el expresidente, pero el juicio nunca aportó pruebas materiales contundentes que eliminaran toda duda razonable. Y quienes crean que con la condena bastó para dar por cosa juzgada el caso, basta escuchar lo que Stone tiene ahora para decir como para saber que esta historia está aún lejos de terminar.

(5/13) Las famosas “narcolibretas” eran, en el mejor de los casos, documentos ambiguos que hablaban de pagos ínfimos —$2,000 supuestamente destinados al presidente de la República— y sin trazabilidad ni prueba de recibo. El itinerario de Waze de Giovanni Fuentes Ramírez, que supuestamente lo llevó a Casa Presidencial para una reunión con JOH, se desmoronaba ante el dato no menor de que el edificio estaba en remodelación en la fecha señalada y existen una veintena de lugares comerciales y cientos de oficinas en la periferia. No hubo grabaciones, ni transferencias bancarias, ni audios, ni testigos neutrales que involucraran a JOH en ninguna de las actividades que lo condenaron. Solo relatos de criminales con un evidente beneficio procesal.

(6/13) Y sin embargo, hubo condena. El resultado, lejos de la certeza que necesitábamos en un caso tan importante para el país, fue una sentencia jurídica sin victoria narrativa. Un juicio que, aunque cerró en lo formal condenando al exprensidente, dejó abierto un importante flanco del terreno simbólico. Esa debilidad es la que hoy permite a operadores como Roger Stone y Shane Trejo sembrar con eficacia la idea de que JOH no fue condenado por sus actos, sino por su alianza con Donald Trump.

(7/13) Stone no está hablando al mundo, ni a Honduras. Eso hay que entenderlo. Está hablando a la única audiencia que realmente le importa: el ecosistema MAGA. Y dentro de ese universo, la figura de JOH comienza a transmutarse: de “narco dictador” a “víctima del lawfare globalista”. La narrativa es clara y eficaz: JOH, dice, fue un aliado leal de Trump, un pionero del modelo Bukele antes que el propio Bukele, un hombre que frenó las caravanas migrantes y combatió el narcotráfico… hasta que llegó Biden y lo sacrificó para instalar en Honduras a una “socialista narcofinanciada” cercana a Nicolás Maduro.

(8/13) El relato de Stone funciona. Y lo hace porque hay un vacío narrativo que dejó el juicio contra JOH. Y no hay nadie construyendo la contra-historia con autoridad, ni desde el gobierno hondureño ni desde la comunidad internacional. En parte porque el video de Carlos Zelaya es real, no ha sido desacreditado con peritaje público y contiene una imagen poderosa que anula el monopolio moral de gobierno de Libre. En parte, también, porque quienes podrían defender el juicio contra JOH saben —en su fuero interno— que fue débil. Y callan.

(9/13) Lo que sigue entonces ante el vacío es el despliegue de una estrategia narrativa. Stone ya no es solo un polemista: está operando como arquitecto de un indulto presidencial con fecha de ejecución. Ha dicho públicamente que JOH debe ser perdonado antes de las elecciones de noviembre, y ha lanzado ese mensaje a la base, a los influencers, a los medios aliados del universo MAGA. Ha tejido, con palabras y apariciones mediáticas, el marco emocional para que ese perdón no sea un escándalo, sino una reivindicación política, una especie de revancha contra el DOJ y los demócratas.

(10/13) El perdón presidencial es jurídicamente posible. La Constitución de EE.UU. le otorga al presidente Trump el poder de indultar a cualquier condenado por delitos federales. No importa si el reo es ciudadano o extranjero. Lo que importa es la viabilidad política, y en el mundo Trump, la viabilidad depende de la narrativa previa.

(11/13) Por eso Stone no se detendrá en su campaña para liberar a JOH. Y tampoco está solo en ella. En 2024, el excongresista Matt Gaetz ya había mencionado el doble estándar en el tratamiento de los gobiernos latinoamericanos: “a los aliados se les persigue, a los socialistas se les premia”, dijo. Kash Patel, Ed Martin, y otros operadores jurídicos cercanos a Trump han sido aludidos en cartas y entrevistas recientes. La operación es más grande de lo que parece.

(12/13) El escenario está claro: si la narrativa de Roger Stone se consolida, si la base MAGA asimila que JOH fue víctima del mismo “deep state” que acosa a Trump, el indulto será no sólo posible, sino inevitable. Y lo será sin que nadie haya refutado, con la misma vehemencia, la historia que se está imponiendo.

(13/13) En este juego de espejos donde la verdad importa menos que su puesta en escena, una condena judicial puede desmoronarse ante una narrativa más eficaz. La justicia se vuelve espectáculo, y el espectáculo, verdad emocional. El juicio a JOH no cumplió con los estándares mínimos de rigor probatorio y ahora esa ligereza está sufriendo una transmutación inevitable. Un veredicto de culpabilidad puede ser un cierre a una novela, pero también puede ser solo un capítulo de una historia con un final distinto. En esa grieta, en donde todos los actores ganaban algo sin importar la carga probatoria contra el imputado, entra Stone con su lectura alternativa de los hechos.