COVID-19 hace «nacer» a un hondureño como escultor de la cultura maya

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Alejandro David Espinoza, escultor hondureño, trabaja en una escultura en bajo relieve en piedra caliza, a la orilla de un bulevar de Tegucigalpa (Honduras). EFE/ Gustavo Amador

Tegucigalpa- El aislamiento social obligatorio en Honduras como medida para no contraer el COVID-19, le ha servido a Alejandro David Espinoza, de 43 años, para «nacer» como escultor en el paredón de un cerro a orillas de un bulevar en el sur de Tegucigalpa, esculpiendo imágenes de la cultura maya.

«Acabo de nacer artísticamente con esto, no es que yo trabajo haciendo esto, es algo que me nació, me gusta hacerlo, quiero compartirlo», indicó Espinoza, quien dejó durante unos minutos sus herramientas, cincel y martillo, para hablar con EFE.

A la gente que se detiene en vehículos, motocicletas o a pie, Espinoza le dice que esculpir algo «es una inspiración que tenía desde niño» y que siempre le ha gustado «el dibujo, el arte».

«Cuando yo dibujaba, decía qué bonito sería hacer un dibujo en este cerro», que se localiza a pocos metros de un centro comercial», expresa Espinoza, provisto de una mascarilla cubriéndole la boca.

Lo que no tenía Espinoza, cuando pensaba en esculpir algo en el paredón que ha escogido, era «el talento de hacer el tallado» en la vía pública, a un costado del bulevar Comunidad Económica Europea.

Pero se dio cuenta de su habilidad, añade, «hasta que me puse, no es algo mágico, sino que es algo que se ha venido dando en el transcurso de mi vida, sin que nadie me haya llevado a esto».

«No tengo academia, no tengo escuela de alguien que me enseñó, solamente me gusta el trabajo, lo practico, me sale, y ahí está el resultado», agrega el nuevo escultor, que cursó hasta el noveno grado de educación básica.

La escultura, según su relato, la ha aprendido sin haber trabajado en talleres, ni tenido a un maestro que le enseñara diciéndole «aprendé».

«Solamente me gusta, me pongo en una piedra, practico, la primera me puede salir mala, la segunda escultura me sale mejor», acotó.

SU TALENTO TRASCIENDE POR EL CORONAVIRUS

Espinoza dijo que inició la escultura con motivos mayas quince días antes de que en el país se conociera el primer caso de COVID-19, hacia mediados de marzo.

Llegó al paredón y estuvo trabajando desde las 08:00 a las 16:00 horas locales (de las 14:00 a las 22:00 GMT), pero se retiró del proyecto durante un mes, luego de que el Gobierno implantó un toque de queda como medida para evitar el contagio con coronavirus.

El escultor volvió a tomar sus herramientas a partir del pasado día 13, aprovechando el permiso oficial para poder salir un día a la semana, de lunes a viernes, a partir del último dígito del ciudadano en su carné de identidad, o pasaporte, los extranjeros.

«Me dejé venir todos los días, porque el primero era el mío, el lunes, luego el martes; no me detuvieron y eso me dio como pase libre para seguir viniendo», expresó Espinoza.

ESCULTURA DEL CALENDARIO MAYA

En la obra que esculpe Espinoza, figuran un sol y una luna juntos, y la de un hombre -que sobresale en el calendario maya- con una pesada carga en su espalda, que se supone es una piedra, la que logra sostener con una banda de apoyo que le cruza la frente.

El hombre de la escultura lleva adornados sus brazos y piernas con pulseras, y un collar, a la usanza de los reyes mayas de Copán, como se aprecian en las esculturas del parque arqueológico de esa civilización, en el occidente de Honduras.

En la parte inferior de la obra, Espinoza ha esculpido tres figuras que representan los primeros tres meses de los 19 del calendario maya, y unas calaveras, de las que el artista dice que en Copán Ruinas hay un muro con calaveras.

NO CONOCE COPÁN RUINAS

Espinoza dice que haber ido solamente una vez, en excursión, a Copán Ruinas, hace 20 años, no es suficiente para decir que conoce ese sitio arqueológico, patrimonio de la humanidad desde 1980.

El escultor, que no utiliza láminas, ni traza diseños para hacer su obra, dijo que solamente observa una vez algunas imágenes mayas en su teléfono móvil, lo que considera suficiente para esculpirlas.

Según su relato, una vez que llega al paredón, solo piensa dónde quedará cada imagen que concibe.

«El mismo cerro -de cuya pared dijo que le han indicado que es laja- me va diciendo lo que él quiere ser» y «la pieza está ahí».

Espinoza afirmó que ha preferido el paredón en el extremo sur de la ciudad, con el nombre de Honduras, por la facilidad que le permite para esculpir, algunas figuras sin hacer uso del martillo.

Espinoza señaló que antes de la epidemia de coronavirus trabajaba en un taller de carpintería rústica haciendo bancos para vender.

Pero a raíz del aislamiento social, el taller se ha paralizado y ha tenido que salir a ganar algún dinero o cualquier otra ayuda que la gente quiera darle por la escultura que está haciendo.

«La voluntad de la gente se aprecia, es el público que me da el ánimo para continuar, me aplaude, me regala un bote con agua, dinero», añade el escultor, casado; con dos hijos, y una nieta.

Su hija mayor, de 24 años, es una maestra que trabaja en un colegio y ahora es quien «está solventando el momento de la crisis», enfatizó Espinoza, quien además dijo que su esposa también trabaja.

A mitad de la conversación con EFE, Espinoza atiende a una pareja que llega en una motocicleta que, después de ver cómo va la obra, en la que el artista también prevé esculpir guacamayas, ave de símbolo de los mayas, le deja dos paquetes de tortillas de harina de trigo.

El escultor le agradece a la pareja, que se sube de nuevo a la moto expresando su admiración por la obra y sigue rumbo al sur de la ciudad, en la que otros artistas están haciendo música, poesía y malabares en las calles, en tiempos de crisis por la COVID-19. EFE