No debería sorprendernos que en esta etapa que iniciamos del proceso electoral, las encuestas no sean usadas solo para medir, sino como armas políticas. Cada número será un proyectil en la batalla por imponer un relato. Por eso, más que preguntarnos sobre quién va adelante en la intención de voto de tal o cual encuesta, primero hay que mirar quién dispara, con qué herramienta y desde dónde.
Ayer, Paradigma —una encuestadora con más de veinte años de oficio en el país— presentó un estudio nacional, cara a cara, con más de dos mil cuatrocientas entrevistas y un margen de error claro de 2%. Su último estudio no es perfecto —ninguno lo es—, pero ofrece una ficha técnica transparente, una muestra amplia y un diseño probabilístico. Se trata de una encuesta habitacional, levantada en hogares a nivel nacional, con 2,402 entrevistas, con un 95% de confianza. En otras palabras: es un instrumento que, con todas las reservas que siempre hay que tener frente a la demoscopia, se puede utilizar como base de análisis político serio. Paradigma tiene límites, como la exclusión de dos departamentos periféricos y la duración prolongada del levantamiento, pero sus datos son comparables, auditables y metodológicamente defendibles.
El gobierno respondió al día siguiente con otra encuesta, esta vez de TResearch, una firma mexicana que no mide en hogares, ni con muestreo aleatorio, ni con margen de error real. Se presenta con la solemnidad de los códigos ESOMAR y AAPOR, pero en realidad no es una encuesta probabilística. Es un tracking digital diario basado en voluntarios que contestan cuestionarios en línea a través de celulares, con ponderaciones posteriores para “parecer” representativa. Los mismos responsables reconocen en la ficha que no existe margen de error real, sino una estimación de error modelada. Esto significa que los resultados no reflejan el comportamiento de toda la población, sino únicamente de los sectores conectados a internet que, por decisión propia, participan en el sondeo. Lo que TResearch hace es un tracking digital: cuestionarios en línea a quienes tienen celular e internet, gente que ha sido motivada por razones externas y se anota para participar en la “encuesta” y luego es “ponderada” para parecer representativa. Es un estudio no probabilístico que la misma ficha técnica admite como tal. Y ahí está la primera diferencia: Paradigma ofrece un retrato que nos sirve para el analisis, TResearch un espejismo que solo sirve al gobierno para su propaganda.
Las contradicciones internas de la encuesta de TResearch son evidentes. LIBRE aparece con la identidad partidaria más alta (47.7%) y al mismo tiempo con el mayor rechazo (39.4%). En cualquier encuesta seria, esa tensión debería limitar la intención de voto. Pero en TResearch ocurre lo contrario: Libre sube hasta 49.6%. ¿Cómo puede un partido que casi cuatro de cada diez dicen que “nunca” apoyarían ser, al mismo tiempo, el que más intención concentra? La respuesta no está en la realidad política sino en los ajustes digitales de la metodología.
Si miramos los resultados de las internas de marzo de 2025, el contraste es aún más claro. En votos totales, el Partido Nacional fue el que más base movilizó, con 825,256 votos válidos, equivalentes al 37.4% de todos los participantes. Le siguió Libre, con 726,783 votos (32.9%) y luego el Partido Liberal, con 656,741 votos (29.7%). Esa fue la fotografía real de la identidad partidaria expresada en urnas: el Nacional como el partido con más respaldo interno, Libre como segunda fuerza y el Liberal en tercer lugar, aunque con un caudal todavía competitivo.
La encuesta de TResearch, en cambio, presenta un cuadro distinto. Coloca a Libre con una identidad del 47.7%, inflando su peso respecto a lo que mostraron las internas. Al mismo tiempo, minimiza al Nacional con apenas 18.4% de identidad, cuando en votos fue el partido que más gente movilizó. Y ubica al Liberal en 21.4%, por debajo de lo que reflejó en las internas (cerca del 30%).
Es decir: mientras las internas mostraron proporciones claras de identidad partidaria, la encuesta digital de TResearch reacomoda los números para sobrerrepresentar a Libre y debilitar a sus opositores. Y en esa operación aparecen las contradicciones que hacen ruido en toda la medición: un Libre con la mayor identidad y al mismo tiempo con el mayor rechazo (39.4%), un Partido Nacional que pese a su músculo interno aparece disminuido, y un Liberal con más intención que identidad, (aunque este fenómeno se explicaría en parte por el “arrastre Nasralla”, capaz de sumar votantes propios más allá del caudal liberal tradicional). Nada cuadra sin embargo: rechazo y voto van en paralelo, identidad y voto se contradicen, y el gráfico que presenta TResearch luce ordenado solo en apariencia, pero por dentro está lleno de agujeros.
Hay más. En medio del tracking, la encuesta cambió la redacción de la pregunta sobre intención presidencial. Eso rompe la comparabilidad temporal, pero en los reportes se grafica como si todo fuera continuo. Y hay preguntas que rozan lo absurdo: ¿quién está más cerca de Dios?, ¿quién tiene una familia más admirable? Medidas que no ayudan a entender el voto, pero sí a reforzar estereotipos que convienen al oficialismo.
Lo que queda claro es que esta encuesta no sale ahora para analizar la elección, sino para calmar a la base de Libre. Una base inquieta, que ve encuestas como la de Paradigma y necesita un antídoto inmediato. El gobierno encontró ese bálsamo en TResearch: números inflados, inconsistentes, pero útiles para redes sociales y discursos.
La guerra de las encuestas no es nueva, pero lo que se juega ahora es la credibilidad misma del debate público. Cuando un oficialismo necesita recurrir a metodologías opacas para sostener su narrativa, lo que está mostrando no es fuerza, sino fragilidad. Porque una candidatura segura de sí misma no necesita espejismos.
TResearch no nos sirve para el análisis y por eso no podemos usarlo para una reflexión seria. Sirve, en todo caso, para leer la ansiedad de un proyecto político que, al no confiar en la foto de un país real, se inventa un reflejo digital para seguir creyendo que tiene la mayoría asegurada. Y esa, más que una estrategia, es la confesión de una debilidad.
Cortesía de ICN Digital.