La retórica de confrontación entre Estados Unidos y Venezuela ha alcanzado en 2025 uno de sus puntos más críticos, colocando el escenario Donald Trump vs. Nicolás Maduro como el principal foco de una posible acción armada sin precedentes en la región.
Desde mediados de septiembre, el presidente estadounidense ha intensificado sus advertencias sobre un ataque “pronto” contra el gobierno venezolano, generando una atmósfera de inminente confrontación que mantiene en alerta a América Latina y a la comunidad internacional. Sin embargo, pese al despliegue de activos militares y a los reiterados anuncios desde la Casa Blanca, la orden definitiva aún no se ha concretado.
Fuentes cercanas al Pentágono han señalado que los planes de la denominada “Operación Lanza del Sur” estarían listos para ejecutarse. Paralelamente, en redes sociales han circulado supuestas “horas cero” que, una y otra vez, transcurren sin que se produzca una ofensiva militar. Esta dinámica ha generado lo que analistas describen como una “guerra de nervios”, marcada por el temor, pero también por un creciente escepticismo ante cada nuevo ultimátum.
El discurso del mandatario estadounidense ha evolucionado desde sanciones económicas hacia referencias directas a operaciones militares terrestres, al asegurar que conoce “cada ruta y cada casa” en territorio venezolano. No obstante, expertos militares advierten que una transición de la amenaza verbal a una invasión efectiva implicaría elevados riesgos políticos, diplomáticos y logísticos, factores que hasta ahora parecen contener la decisión final.
Mientras tanto, el portaaviones USS Gerald R. Ford continúa patrullando el Caribe como señal de presión estratégica. En respuesta, el gobierno de Nicolás Maduro ha activado ejercicios de defensa, reforzando la narrativa de una “república en armas” y utilizando el periodo de incertidumbre para consolidar su estructura interna y fortalecer alianzas con países como Rusia y China.
Uno de los elementos más llamativos de la crisis es la reiteración de anuncios que sitúan el ataque “en las próximas horas”, plazos que vencen sin novedades y son reemplazados por nuevas advertencias, creando un ciclo constante de expectativa que no termina de romper el statu quo.
La comunidad internacional observa con cautela este estancamiento, en el que la presión máxima aún no se traduce en una acción definitiva. En este contexto, el duelo estratégico entre Trump y Maduro se mantiene en una zona gris, donde la línea entre la disuasión política y una intervención militar real se vuelve cada vez más difusa.
Por ahora, el mundo sigue atento a cada mensaje emitido desde Washington, intentando descifrar si una de estas advertencias será finalmente la decisiva o si la diplomacia del miedo continuará siendo el principal instrumento de este prolongado conflicto.
