En aldea hondureña soterrada La Reina no hubo muertos «porque Dios no quiso»

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EFE/ Germán Reyes

La Reina – Aferrados a su fe cristiana, pobladores de la aldea La Reina, en el occidente de Honduras, que fue soterrada el 24 de noviembre por un enorme derrumbe del cerro La Correa, creen que ninguno de sus habitantes murió «porque Dios no quiso».

«Aquí no hubo muertos porque Dios no quiso», dijo a Efe Rosendo Ramírez, uno de los damnificados de un centenar de familias que vivían en La Reina, situada en el departamento de Santa Bárbara, en el occidente de Honduras. La causa del derrumbe fueron las copiosas lluvias que dejaron las tormentas tropicales Eta e Iota.

«SE PERDIÓ NUESTRA ALDEA QUE NOSOTROS TANTO APRECIÁBAMOS»

Antes del derrumbe, desde lo alto se miraba la pintoresca aldea con su iglesia, todas las casas y árboles a su alrededor. Hoy, lo que se observa es un gran lunar café, de tierra, bajo el que quedó sepultada, según fotografías recientes que conoció Efe.

El agua que se acumuló en una laguna, en la parte alta del cerro, hizo que éste cediera y se desgajara un trozo con enormes rocas, árboles y miles de toneladas de lodo.

Ninguna casa de la aldea quedó en su sitio, ni la iglesia, cuyas paredes en pedazos y su techo de láminas gruesas de zinc fueron arrastradas varios metros, mientras que algunas viviendas estuvieron a punto de venir a dar a la carretera pavimentada que desde San Pedro Sula, norte, la segunda ciudad más importante de Honduras, conduce hacia las fronteras con El Salvador y Guatemala.

Desde la carretera se puede observar parcialmente el derrumbe que sepultó a La Reina, entre cuyos escombros ahora transitan a pie o montados a caballo algunos pobladores que están cortando el poco café de sus pequeñas fincas de subsistencia, que fueron arrastradas parcialmente.

«Se perdió nuestra aldea que nosotros tanto apreciábamos, ya estaba bonita, la casa mía quedaba allá arriba», dice Rosendo, montado en un caballo blanco y machete en mano, camino al sitio donde antes estaba su casa, aprovechando que «unos pocos palos de café no fueron arrancados».

Mariana Ramírez también cree que en La Reina no murió nadie «porque Dios no quiso que su gente quedara soterrada», y aunque con su esposo, Omar Villeda, lamentan haber perdido tres pequeñas casas, dos de adobe y una hecha con troncos de árboles, de las que apenas se divisa un trozo de la pared verde de una, dijo que «lo material se puede recuperar, la vida no». De las otras dos no se sabe dónde quedaron.

DESTRUCCIÓN FUE UN TERREMOTO, DICE UN DAMNIFICADO

«En la noche se escuchó un retumbo y luego otro, y se rajó la casa de nosotros» (en la que estaban viviendo), entonces mi esposo me dijo: ‘Marina, mañana nos vamos, le guste o no le guste, vamos a comenzar a sacar las cositas que tenemos y vámonos porque este cerro se está cayendo y Dios no quiere que sus hijos queden soterrados en esta aldea'», añadió la mujer.

Según el relato de Marina, una de las campesinas del lugar, su madre «no quería salir de la aldea», pero luego de los retumbos dijo «ahora sí porque está más rajado aquí, por donde yo vivo dicen que el cerro viene caminando para abajo y está explotando agua bastante».

Marina y su marido, también campesino, dedicado al cultivo de maíz, fríjoles y café, pudieron sacar en un coche algunas pocas pertenencias, pero al igual que todos los pobladores ahora no saben a dónde ir.

Mientras tanto, muchos de los damnificados de La Reina están en albergues en Valle Verde, a orillas de la carretera pavimentada, a unos 10 kilómetros de La Reina.

Algunos reciben ayuda de un equipo de religiosos franciscanos que, al frente del sacerdote Leopoldo Serrano, claman por ayuda para los damnificados, principalmente de un terreno en un sitio seguro para poblar la nueva aldea La Reina, que hasta hace unos 50 años tenía por nombre El Diluvio, porque llovía hasta tres días seguidos, según apuntes históricos.

Sin tener una idea clara sobre qué fue lo que pasó el 24 de noviembre en La Reina, Omar expresó que para él «fue un terremoto», porque ahora en una parte de lo que fue la aldea «hay una mina de grandes rocas que antes no estaban allí», dice al señalar hacia un sector del gran derrumbe.

AYUDAR PRIMERO A LOS POBRES

Rosendo, cuyo padre, ya fallecido, «también fue pobre», dijo que luego de perder su casa está alquilando un techo en Valle Verde, con otros miembros de su familia, pero que lo que necesitan «es un terreno para construir» un nuevo hogar.

«No sabemos a dónde ir, queremos tierra donde hacer la casa, está tremendo andar vagando de un lado a otro», añadió.

El sacerdote Serrano dijo a Efe que el gobernador político de Santa Bárbara les ha prometido que el Gobierno que preside Juan Orlando Hernández le ayudará a los damnificados, pero que hasta hoy no se tiene certeza si lo hará.

«El presidente no me lo ha dicho, pero ya sabemos, estamos acostumbrados a que el Gobierno promete muchas cosas a los pobres, pero no les cumple, a los ricos sí les cumple», enfatizó Serrano.

Añadió que con unos 30 millones de lempiras (1,2 millones de dólares) se puede comprar un predio para los damnificados, aunque otra opción que ha propuesto públicamente en sus llamamientos pidiendo ayuda, es que el Gobierno les otorgue un terreno de los incautados a narcotraficantes en el occidente de Honduras.

«Por qué no cambiar ahora, cumplirle a los pobres, favorecerles a ellos, yo sé que va a venir mucha ayuda económica, por qué no favorecer primero a los pobres, si Dios elige a los pobres, por qué nosotros tenemos que elegir a los ricos primero. Les hago un llamado, ayúdennos a conseguir tierras para los damnificados, las casas la misma gente las puede hacer con materiales locales», acotó.

EL RESCATE DE «REINA» ENTRE LOS ESCOMBROS DE LA REINA

Entre los escombros del descomunal derrumbe que sepultó a La Reina vagan mascotas, como perros todavía buscando a sus amos, o una gata que salió entre los restos de lo que fue la iglesia de la aldea.

Al verla, el sacerdote franciscano dijo que «es otro de los animales que andan buscando a sus dueños».

Un campesino que llegaba a los escombros de la iglesia para platicar con Serrano sacó de una mochila comida y se la sirvió a la gata, que anticipadamente le salió al encuentro, como si clamara también por ayuda.

Serrano y uno de sus compañeros franciscanos trajeron la gata a su centro en Valle Verde, donde atienden a damnificados de la aldea, para cuidarla.

A partir de ahora, la gata rescatada de La Reina «llevará por nombre Reina», apostilló el religioso, quien además volvió a clamar por más alimentos para los damnificados porque se están agotando los que recibieron en los primeros día del desastre. EFE