Circular por carreteras de Honduras es peligroso por derrumbes y otros daños

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EFE

Ilama – Circular por las carreteras de Honduras, principalmente en el norte y occidente, representa un peligro por los derrumbes de rocas, árboles y lodo, lo mismo que por los daños en las vías y puentes a causa de las intensas lluvias que dejaron las tormentas tropicales Eta e Iota en noviembre.

A más de un mes del paso de las dos tormentas, que dejaron daños en todo el país, con mayor incidencia en el occidente y norte del país, muchos pasos en carreteras importantes y secundarias están habilitados parcialmente con sólo un carril porque el otro fue arrastrado por las descomunales crecidas de ríos caudalosos como el Ulúa y el Chamelecón.

Uno de los departamentos del occidente hondureño es el de Santa Bárbara, cuya cabecera del mismo nombre, lo mismo que municipios cercanos como Chinda, Ilama y San José de Colinas, entre otros, sufrieron graves destrozos en diversos tipos de infraestructura y cultivos agrícolas de café, maíz y fríjoles.

CERROS Y MONTAÑAS HERIDOS SE DIVISAN EN LAS MONTAÑAS

Muchos cerros y montañas de la región occidental, que además incluye los departamentos de Copán, Ocotepeque, Lempira, Intibucá y La Paz, todos productores de café, el principal producto de exportación de Honduras, muestran enormes grietas causadas por las lluvias.

Las intensas lluvias que dejaron Eta e Iota entre el 4 y 17 de noviembre, a lo que luego se sumaron otros tres días de copiosas precipitaciones, causaron graves destrozos, dejando además alrededor de un centenar de muertos y miles de damnificados, en su mayoría en el extenso y fértil valle de Sula y el occidente.

En ambas regiones todavía hay miles de damnificados en albergues públicos y privados que funcionan en escuelas, colegios y centros comunales, entre otros espacios.

NIÑOS PINTAN LA CASA BONITA EN QUE QUIEREN VIVIR

 Una de las mejores escuelas de educación primaria que ha tenido Honduras (al menos cuando dependía de una multinacional bananera estadounidense), la Esteban Guardiola, con más de medio siglo de existencia, es uno de los albergues en La Lima.

En la escuela están viviendo varias familias damnificadas que perdieron todo, incluida su casa que habían construido en barrios cercanos al río Chamelecón, que junto con el Ulúa anegaron todo el valle de Sula.

En La Lima y otros sectores adyacentes todavía hay barrios en zonas bajas que están inundados de agua y lodo, mientras que en las partes altas continúa la limpieza de miles de toneladas de lodo y todo tipo de basura que dejaron las inundaciones.

En la Escuela Mixta Esteban Guardiola, hecha en madera y de dos plantas, personal sanitario brinda en la plana baja asistencia a los damnificados, mientras que socorristas de la Cruz Roja juegan con los niños, quienes entre otras cosas pintan «mi casa bonita» en que quieren vivir, después de que perdieron la suya y de sus padres por las inundaciones.

«Queremos vivir felices», «queremos una casa bonita», gritan en coro los niños mientras pintan, con lápices de colores, su casa, en la que algunas se destaca un sol brillante, y luego la muestran a los socorristas, quienes los premian con una «carita feliz» pegada en la frente. La terapia les hace olvidar la desgracia que sufrieron.

A un costado de la escuela se localiza el albergue del Instituto Guadalupano, privado, donde está viviendo, con su esposo y dos hijos, Yeny Guillermina Guillén, una empleada doméstica que trabajaba en la cafetería de un reconocido hospital privado de La Lima, otrora propiedad de la multinacional bananera.

«Vivimos en La Lima, hemos pasado una situación muy difícil; perdí mi casa, estaba trabajando ese día de la llena, luego me hablaron, me dijeron que el río estaba llenándose, cuando llegué a la casa ya no podíamos sacar nada», dijo Guillén a Efe.

Agregó que sólo sacó «la ropa que andaba puesta y la ropita de mis dos hijos».

Guillén y su familia permanecen en el albergue, pero los niños a diario se entretienen en el poco espacio seco que queda disponible en el amplio patio de la Escuela Esteban Guardiola, cubierto de una capa de lodo de unas seis pulgadas de alto.

EL CAFÉ ENTRE LOS SECTORES MÁS AFECTADOS

Productores hondureños de café, grano que se cultiva en 15 de los 18 departamentos de Honduras, principalmente en el occidente, aseguran que su sector fue el más perjudicado, porque las intensas lluvias que descargaron Eta e Iota dejaron derrumbes que arrastraron fincas enteras o parciales, además de destruidas muchas carreteras secundarias y terciarias.

La preocupación de muchos productores de café, actividad que está concentrada en más de 100.000 familias a nivel nacional, obedece a que el grano se está madurando y muchos no pueden acceder a las fincas, en las que la temporada de cosecha finaliza en marzo.

Los productores claman por la habilitación de carreteras y caminos para entrar a las fincas de café, producto que anualmente le deja un promedio de 1.000 millones de dólares al país.

El jueves, el Gobierno indicó en un comunicado que se ha dado prioridad a la «red vial del café, con atención a unos 3.500 kilómetros de carreteras, como parte del «lanzamiento del Programa Cosecha de Café Segura», que impulsa el presidente del país, Juan Orlando Hernández.

Sólo en Santa Bárbara se atenderán más de 500 kilómetros con una inversión de 192 millones de lempiras (7,8 millones de dólares, según el Gobierno.

Desde carreteras importantes en el occidente basta ver hacia las montañas para imaginarse los graves daños que dejaron las lluvias, como por ejemplo en el cerro La Correa, Santa Bárbara, donde un derrumbe sin muertos sepultó la aldea La Reina, donde vivían unas 100 familias, que ahora claman, como muchos otros miles de damnificados en otras regiones, por un terreno para una nueva casa.

En las carreteras del centro, occidente y norte, la mejor muestra de lo que ocurre en los cerros y montañas es el desprendimiento de enormes rocas y árboles, que en algunos casos bloquean totalmente las vías.

Uno de los cerros de Ilama, que en lo más alto tiene el nombre del pueblo con letras grandes de colores, muestra varios desgarres.

«El nombre del pueblo se puede venir con todo y cerro», dijo a Efe un poblador, mientras miraba los desastres causados por las lluvias.

Entre Ilama y Santa Bárbara se siguen desprendiendo rocas tan grandes, que boquean uno o los dos carriles de la carretera pavimentada. EFE