Tegucigalpa.- Nicolás Maduro sabe que está debiendo una explicación a todo el mundo», subrayó hoy jueves Lula da Silva durante una entrevista radiofónica. El presidente de Brasil, que sigue sin reconocer a Maduro como ganador de las elecciones, aprovechó para hacer público lo que ya había adelantado su asesor internacional, Celso Amorim: su gran apuesta es la repetición de los comicios presidenciales en Venezuela.
«Maduro tiene seis meses de mandato, si tiene sentido común podría convocar unas nuevas elecciones, creando un comité electoral con miembros de la oposición y observadores del mundo entero», precisó Da Silva. Su ex canciller, que funge como representante brasileño para la crisis venezolana, habló incluso de una especie de segunda vuelta electoral, que no existe en la legislación electoral venezolana.
Durante la tarde, la agencia Reuters publicó que la Casa Blanca apoyaba la solución Lula de nuevas elecciones, pero esa postura fue corregida después por la Administración Biden, alegando que el presidente, en un primer momento, al escuchar la pregunta sobre si estaba a favor de nuevas elecciones, entendió mal la pregunta y respondió de forma afirmativa. Dicha contestación generó confusión durante una horas, pues EEUU había denunciado el megafraude de Maduro y había reconocido a González Urrutia como ganador de las presidenciales.
El mandatario brasileño también sugirió la posibilidad de que se conforme un Gobierno de coalición entre el chavismo y la oposición. Tanto María Corina Machado como Edmundo González Urrutia han rechazado previamente la posibilidad de repetir unas elecciones en las que derrotaron sin paliativos a Maduro, según el 83% de las actas electorales puestas a salvaguardia por la oposición. Edmundo obtuvo el 67% de los votos frente al 30% de Maduro, alrededor de cuatro millones de apoyos de diferencia.
En su entrevista con Radio T, Lula insistió en que no se sabe todavía quién ganó las elecciones porque las actas no se han divulgado, y por lo tanto no se han podido verificar de forma independiente. Esa es la tesis que ha mantenido Brasil desde el principio dentro del trío mediador, conformado con México y Colombia. El presidente norteamericano, Andrés Manuel López Obrador, decidió en las últimas horas dar un paso al costado para apoyar a Maduro, con la idea de que sea el Tribunal Supremo chavista el que arregle el megafraude orquestado por el Gobierno. Un tribunal que en las últimas dos décadas no ha fallado contra la revolución en ningún tema de mediana importancia.
Da Silva reconoció que sus muy buenas relaciones históricas con el «hijo de Chávez» no pasan por su mejor momento. Los presidentes de Brasil, Venezuela, Colombia y México forman parte de la llamada Patria Grande, la utopía que izquierdistas, populistas y revolucionarios quieren imponer con la excusa de una América integrada.
La postura de Lula contrasta hoy con la que él mismo siguió con su última victoria electoral sobre Jair Bolsonaro, cuando se impuso por apenas 1,8% de los votos y el entonces presidente intentó desconocer el resultado.
«¿Y si a Maduro no le gustan las segundas elecciones? ¿Vamos a una tercera? ¿Ustedes aceptarían eso en sus países? Nosotros fuimos a elecciones con las reglas de la tiranía. Plantear una nueva elección es una falta de respeto a los venezolanos», respondió María Corina Machado en una rueda de prensa virtual con medios de comunicación de Argentina y Chile.
Colombia y México
Por su parte, Gustavo Petro confrontó por primera vez de forma directa a su aliado venezolano: «De Nicolás Maduro depende una solución política para Venezuela que lleve paz y prosperidad a su pueblo». El presidente colombiano evocó la experiencia del Frente Nacional en su país, que en su criterio «usada transitoriamente puede ayudar a la solución definitiva».
Petro se refiere al momento histórico en el que liberales y conservadores se unieron, incluso con un Gobierno mixto, para salir de la dictadura y garantizar la democracia.
En su hoja de ruta para Venezuela, publicada en sus redes sociales, Petro sitúa como primer punto el levantamiento de todas las sanciones y una amnistía general dentro y fuera del país petrolero. Después insiste en la necesidad de contar con garantías totales a la acción política que dé paso a un Gobierno de cohabitación transitorio y nuevas elecciones libres, en sintonía con lo expuesto por Lula da Silva.