Wiwilí – Armados con picos, palas y motosierras, un batallón de campesinos de la reserva natural Cerro Kilambe, en el municipio de Wiwilí, departamento de Jinotega, al de norte de Nicaragua, se ponen manos a la obra.
La zona se vio duramente azotada hace tres meses por los poderosos huracanes Eta e Iota. Ahora, estos trabajadores del campo trata de mover escombros con el objetivo de rehabilitar los caminos de tierra y poder vender sus cosechas de café, su medio principal de subsistencia.
En noviembre pasado, los huracanes Eta e Iota golpearon con toda su furia esa reserva natural, de 1.750 metros de altura sobre el nivel del mar, causando un sinnúmero de deslaves que dejaron incomunicadas a 16.000 habitantes de las comunidades de las laderas del Kilambe, un cerro que es una de las seis áreas protegidas que conforman la Reserva de la Biosfera Bosawas, uno de los pulmones de Centroamérica.
Los voluntarios campesinos, como Iván Antonio Centeno, un productor de café de la comunidad de Aguas Rojas, de 52 años, se las ingeniaron para sacar, cargando sobre sus lomos y con el lodo hasta la altura de sus rodillas, sus cosechas de café y de granos básicos.
Centeno relató a Efe, al pie de la quebrada La Esperanza, un riachuelo que se desbordó por las constantes lluvias causadas por los ciclones, que se organizaron para reparar los caminos aún cuando los suelos se encontraban saturados y la amenaza de más aludes eran latentes.
DEPENDEN DEL CAFÉ PARA SOBREVIVIR
«Los caminos estaban destrozados. No había nada. Era horrible», dijo a Efe Coronado Valdivia Montenegro, de 50 años, otro productor de café de la comunidad Aguas Rojas.
El segundo huracán, el Iota, afirmó, provocó deslizamientos de tierra acompañados de rugidos, y crecidas de los riachuelos, que no causaron víctimas humanas porque lograron evacuarse a tiempo, pero sí incalculables daños a la infraestructura y a las cosechas de café, uno de los tres principales productos de exportación de Nicaragua.
Los campesinos de esas comunidades quedaron incomunicados, no tenían una forma segura de regresar a su hogares ni a pie, ni en mula, ni en moto, y la cosecha de café que resistió las embestidas de los huracanes peligraba con perderse.
«Teníamos que pasar colgados de un mecate que amarramos entre árboles, o bien por troncos de árboles que colocamos sobre las quebradas (riachuelos) para cruzar de un lado a otro», aseguró Valdivia Montenegro.
Los campesinos, ante el temor de perder sus cosechas y no poder pagar sus deudas, usaron las motosierras para darle forma de puente a los árboles tumbados por los huracanes, movieron tierra y lograron compactar parte de los caminos para que pasaran motos y camionetas y poder sacar el café que estaba cortado y el que tenían que cortar.
PIDIERON AYUDA A COMPRADOR
Fueron dos semanas que el batallón de campesinos removió piedras, rocas, árboles tumbados, y compactar temporalmente la tierra para hacer transitable los caminos, dijo a Efe Ariel Lagos Centeno, de 37 años, de la comunidad Aguas Rojas 2.
«Estuvimos inmovilizados como dos semanas, sin salida. Una semana no se compró café», indicó.
En la semana que vendieron el café, cuenta Carlos Rivera Herrera, de 44 años, de la comunidad La Esperanza de Kilambe, pagaron a otro batallón de campesinos para sacar cargando sobre sus lomos y con el lodo hasta la altura de sus rodillas, sus cosechas.
El café, sin embargo, tardaba en llegar a la empresa que les compra y a su vez exporta. Los compradores hicieron una visita en situ y corroboraron los daños causados por los huracanes.
«Lo que (los productores) nos decían, era muy poco con la realidad que vimos», explicó a Efe Jorge Eslaquit, director comercial regional de Cisa Exportadora, perteneciente al Grupo Mercon, una de las compañías de café líderes en el mundo con casi siete décadas de experiencia.
FORMAN ALIANZA PARA REHABILITAR CAMINOS
De esa forma nació una alianza entre los productores y la Fundación Semillas para el Progreso, que pertenece al Grupo Mercon, para crear un fondo de ayuda para huracanes, que permitió la rehabilitación de caminos en 11 comunidades cafetaleras de Nicaragua y Honduras.
Por medio de esa iniciativa, que incluyó a tostadores, socios y colaboradores, se logró recaudar 178.000 dólares, con lo que atendieron las necesidades urgentes de esas regiones cafetaleras, dijo a Efe Deglys Rodríguez, supervisor de obras civiles de la Fundación Semillas para el Progreso.
En total, se benefició a más de 20.000 habitantes de Nicaragua y Honduras, precisó.
Según Eslaquit, apoyaron la rehabilitación de caminos en las comunidades cafetaleras de Wiwilí, que fue una de las zonas más afectadas por los huracanes, porque allí tienen una «muy buena base» de los productores a los que le compran café, con quienes, además, han logrado mantener una relación cercana.
Fueron los mismos productores que avisaron a la empresa sobre los daños causados por los huracanes, y la empresa acudió inmediatamente a la zona, y evaluaron los daños y acordaron apoyar con rehabilitar los caminos para que los campesinos sacaran sus cosechas, contó.
Y es que en Wiwilí, un antiguo escenario de la guerra civil de Nicaragua en los años de 1980 del siglo pasado, el 90 % del café que se cosecha sale de la reserva natural cerro Kilambe, que debido a su imponente altura y tierras fértiles produce uno de los mejores café de calidad, cuyos precios generalmente sobrepasan a los que se cotizan en la Bolsa de Nueva York.
En esa reserva, donde los productores de café han venido cambiado las mulas por las motos o camionetas, aún son visibles los estragos provocados por los huracanes, pero también el orgullo y entusiasmo del batallón de campesinos que no se quedaron de brazos cruzados y que, con picos, palas y motosierras, movieron escombros donde ahora renace su esperanza. EFE