Tegucigalpa.- La condena contra el obispo nicaragüense desnacionalizado Rolando Álvarez, muy crítico con el Gobierno que presiden Daniel Ortega y Rosario Murillo, cumplió este lunes dos años con el jerarca expatriado en Roma, en donde dijo no sentirse exiliado, sino «liberado y en la diáspora».
El obispo nicaragüense, de 58 años, fue condenado a 26 años y cuatro de meses de prisión por una jueza y magistrados de apelaciones afines al Gobierno sandinista que lo declararon culpable por delitos considerados «traición a la patria» y lo privaron de su nacionalidad.
El religioso fue condenado un día después de que se negara a subir en un avión privado junto a 222 presos políticos nicaragüenses que fueron excarcelados y desterrados a Estados Unidos.
Tras negarse a subir al avión, Álvarez fue trasladado de su residencia, donde guardaba prisión domiciliar, al Sistema Penitenciario Nacional, conocido como la cárcel modelo de Nicaragua.
Los epítetos del Gobierno contra el obispo
Ortega tildó a Álvarez de tener un «comportamiento de soberbia de quien se considera ya el jefe de la Iglesia (católica) de Nicaragua, el líder de la Iglesia latinoamericana y que debe incluso pensar en ocupar el cargo de su santidad, el papa» Francisco, por negarse a ir a EE.UU.
«Está desquiciado, pero bueno, eso ya lo deberán determinar las autoridades judiciales y las autoridades médicas que tendrán también que atenderlo, porque ahora que llegó a la modelo, llegó que era un energúmeno», lanzó Ortega entonces.
Los epítetos contra el jerarca por parte de las autoridades continuaron en la víspera después de que el obispo ofreciera una entrevista al noticiero católico EWTN Noticias, en la que contó su experiencia a un año de su liberación y llegada a Roma.
El Gobierno, a través del Ministerio de Relaciones Exteriores, condenó esas declaraciones, en las que el jerarca aseguró que en Roma ha «venido consiguiendo la paz interior que tanto necesitaba», que siempre creyó en su liberación y lo que le «sostuvo fue la oración», y que el papa Francisco lo ratificó como obispo de la diócesis de Matagalpa y administrador apostólico de la diócesis de Estelí, ambas en el norte de Nicaragua, «aun estando en la diáspora».
En su comunicado de protesta, el Ejecutivo sandinista desconoció a Álvarez de sus cargos eclesiales porque «dejó de ser nicaragüense» y lo tildó de «adefesio», «ambicioso», «apátrida», «destructor», «esperpento», «falso profeta», «fariseo», «irredento», «mercader», «profeta del vacío», entre otros epítetos. EFE





















