El reto de salvar la educación entre las desigualdades tecnológicas

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Unicef Argentina estimó esta semana en su estudio sobre los efectos de la pandemia por COVID-19 que la pobreza infantil en el país escalará hasta el 58,6 % hacia fines del 2020.

Buenos Aires– Ingrid Catalán vive en una zona humilde de los alrededores de Buenos Aires, es madre de siete y su teléfono móvil echa humo estos meses, no porque reciba muchas llamadas, sino porque es la herramienta que tres de los pequeños tienen para hacer las tareas y recibir las clases de la escuela a distancia.

Para ver las múltiples realidades de Argentina, a veces basta con echar un vistazo a su vasto territorio, pero en otras ocasiones hay que hacer varios aumentos en el mapa sobre la capital y el amplio cordón urbano que la rodea, lugares donde la desigualdad económica golpea fuerte en un país en que cerca de la mitad de los niños vive por debajo de la línea de la pobreza.

Unicef Argentina estimó esta semana en su estudio sobre los efectos de la pandemia por COVID-19 que la pobreza infantil en el país escalará hasta el 58,6 % hacia fines del 2020.

UN CELULAR PARA INTENTAR EDUCARLOS A TODOS

En su casa del partido de La Matanza, una zona obrera del llamado conurbano bonaerense, Ingrid pasa «cuatro o cinco horas» al día ayudando a sus hijos en las tareas de la escuela, además de tener que sacar adelante el hogar durante la cuarentena obligatoria que rige desde el pasado 20 de marzo.

El curso en el hemisferio sur había empezado solo unos días antes y sus hijos -a los cuales se refiere en lenguaje inclusivo como «hijes» porque uno de ellos es trans- cambiaron a los profesores por un celular y los canales de televisión educativos gubernamentales y los cuadernillos que proporciona el Estado durante la pandemia.

«Tres llegan al celular mío, se va complicando por ese lado. Y en la zona donde estamos no hay wifi, descargar el contenido se complica», afirma Ingrid en una conversación con medios internacionales, con Efe entre ellos, organizada por el Ministerio de Educación.

En declaraciones a Efe, el titular de esa cartera, Nicolás Trotta, desea que «ojalá» que las clases vuelvan en agosto, pero admite que la fecha todavía está en el aire, debido al actual aumento de la curva de casos de coronavirus en el país y en Sudamérica.

Argentina es uno de los países de la región menos golpeados por el momento, con 10.649 positivos y 433 muertes, pero el número de contagios se disparó en los dos últimos días, con el foco principal en el Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA), formada por la capital y el conurbano, donde vive Ingrid.

«La verdad es que da miedo que vuelvan (a la escuela) y que se enfermen y que no tengan por ahí los mismos cuidados que uno tiene, da muchísimo miedo», dice la madre.

Y remarca: «aparte que en esta zona es muy difícil que se cumpla la cuarentena porque hay muchas necesidades».

EL GOBIERNO, CONSCIENTE DE LAS DESIGUALDADES

Trotta considera que deben ser «honestos sobre la realidad que transita» Argentina, porque si no «es muy difícil desplegar cualquier política pública educativa».

«Sí, lo que nosotros tenemos, es una enorme expectativa de que pasado este momento tan complejo de la pandemia, nuestro Gobierno, iniciando un proceso de recuperación económica (…), nos permita transitar un proceso de desarrollo donde nuestra escuela y la educación pasen a ser un componente central de reconfigurar el futuro de la Argentina», insiste.

El ministro opina que la desigualdad educativa pasa por «la desigualdad en el acceso a la tecnología».

Para intentar ponerle solución a ello, este viernes el Gobierno anunció que entregará 70.000 ordenadores a estudiantes gracias a 21 millones de dólares repatriados, que estaban depositados en el Fondo Monetario Internacional (FMI).

Esa medida «excepcional» se toma porque, según un comunicado oficial, la pandemia «dejó al descubierto más que nunca la brecha digital».

El Instituto para el Desarrollo Social Argentino (Idesa) aseguró en un informe que la mitad de estudiantes pobres no tienen ordenador en su casa.

ENSEÑAR A DISTANCIA EN UN PARAJE NATURAL EN LA PATAGONIA

Fuera del AMBA, las grandes ciudades argentinas presentan pocos casos nuevos de coronavirus y han empezado fases de mayor apertura económica, pero hay infinidad de parajes remotos en los casi tres millones de kilómetros cuadrados de Argentina a los que la pandemia no ha llegado.

Sin embargo, desde la Quebrada de Humahuaca hasta la helada Tierra del Fuego, todas las escuelas argentinas están cerradas -a excepción del colegio de la Base Esperanza de la Antártida-.

En un rincón de la Patagonia, a los pies de la cordillera de los Andes, está El Foyel (Río Negro, sur), y en su escuela rural se desempeña como docente Carlos Luna.

Con muchos alumnos dispersos y confinados en casas situadas entre montañas, terreno adverso para las telecomunicaciones e Internet, Luna se las ingenia desde hace dos meses para educar a sus alumnos, a medio camino de las funciones de un psicólogo.

Aparte de los cuadernillos que entrega el Gobierno y que han repartido, el ejercicio que más les ha resultado en esa zona de conectividad limitada son los audios que le piden a los estudiantes, sobre «cómo están anímicamente y que es lo que extrañan».

El siguiente paso ideado es que sus alumnos se comuniquen por carta con otros de su misma edad de una escuela vecina.

HACIA UN FUTURO INCIERTO

Desde el Observatorio Argentinos por la Educación, Alejandro Artopoulos, autor de un informe sobre la actuación de los diversos países ante la pandemia, dice a Efe que la conclusión del mismo fue que «la mayoría de los países latinoamericanos han tenido una respuesta».

Comenta que en general esa respuesta ha sido «analógica», con contenidos en televisión, como Argentina, pero afirma que en el país hubo un «gran esfuerzo» por mantener la continuidad.

Artopoulos, director de Investigación Pedagógica en la Universidad de San Andrés, considera que en los países latinoamericanos «se potencian» los efectos del coronavirus sobre la educación, pero recalca que «es un problema mundial» y que los países avanzados también se enfrentan al desafío.

«Hay muy pocos países que ya funcionan de forma bimodal o multimodal», afirma Artopoulos, que considera que la educación se encamina hacia un modelo, primero, marcado por el «distanciamiento social» y la asistencia a clase solo algunos días de la semana, y luego, que funcione «por proyectos».

Para él, «va a haber muchos aprendizajes que no van a poder suceder por las desigualdades sociales en el acceso a las tecnologías».

«Va a ser una de las variables que más va a explicar si se pierde un año o no», asevera.

Para el ministro Trotta, si algo enseña la pandemia es que la escuela presencial es «irremplazable» porque es un lugar donde «se crea conocimiento todos los días». EFE