Sanciones contra Moscú y armamento para Kiev: así visto, el ‘novedoso’ enfoque de Donald Trump para el conflicto ruso-ucraniano se parece igualito al que tenía Joe Biden, ¿verdad que sí? Sin embargo, existen algunos matices entre las formas de cada uno de ellos, aunque el fondo no parezca haber cambiado mucho.
Donald Trump está «descontento con Rusia» y «decepcionado» con Vladímir Putin. Vaya por Dios. El presidente estadounidense realizó varios comentarios relatando cómo sentía que Moscú prácticamente había jugado con su inocente alma infantil, diciéndole lo que quería escuchar mientras, a sus espaldas, hacían lo que les venía en gana.
Sea como sea, la cosa es que el decepcionado Trump decidió tomar medidas al respecto. Y no muy originales, por cierto: sanciones contra Moscú y más armas para Kiev, pero al estilo Trump.
Por un lado, como no podía ser de otra manera, el presidente estadounidense echó mano de su herramienta predilecta a la hora de ‘corregir’ a países con algún comportamiento que no le convence: la imposición de aranceles.
Así, el mandatario anunció que, si en 50 días no se alcanza un acuerdo entre Rusia y Ucrania, EE.UU. impondrá aranceles del 100 % a todos aquellos países que comercien con Rusia. La medida afectaría principalmente a socios comerciales cercanos de Moscú, en especial aquellos que integran los BRICS.
Pero no exclusivamente, porque como es de sobra conocido, a pesar de las pataletas de más de uno en el Norte Global, con los rusos sigue comerciando Raimundo y todo el mundo, incluyendo socios de Washington como Japón o la Unión Europea, que también deberían pagar ese arancel, en caso de aplicarse.
Por no hablar de los propios EE.UU., que el año pasado importaron productos rusos por valor de alrededor de 3.000 millones de dólares y por ello, siendo justos, deberían ‘autoarancelarse’ también de alguna manera. La medida, además, según señalaron varios expertos, podría golpear de lleno la economía global en general y la estadounidense en particular, con un repunte en la inflación y altos precios de la energía.
Eso por no mencionar que la previsible reacción de Pekín no sería la que espera Washington y, en lugar de presionar a Moscú, se acercarían todavía más. Sanciones contra Rusia que se devuelven contra quienes las imponen. ¿Verdad que les suena conocido?
De todos modos, todavía falta mes y medio para ese supuesto, por los días que Trump, en su línea, puso de margen para que el potencial ‘arancelable’, en este caso Rusia, reflexione.
Para lo que Trump sí parece más apurado (y ni hablar de Zelenski) es en lo de aumentar el flujo de armamento para Kiev. Pero también el presidente estadounidense lo hará a su manera, enviando armas ‘made in USA’ pero con tremendo asterisco, porque no las pagará Washington, sino Londres y Bruselas.
De esa manera, Trump revitalizaría las empresas estadounidenses de armamento a costa de los bolsillos de los europeos. Un negocio redondo.
Sin embargo, tras unos instantes dubitativos y de sonrisas congeladas, en la Unión Europea debieron sacar sus cuentas y comenzaron las primeras dudas. Chequia, Hungría, Italia y Francia no parecen especialmente felices con la idea y, aunque discretamente, han ido mostrando su oposición a sumarse al plan.
Incluso Kaja Kallas, que no es famosa por su rapidez mental precisamente, pareciera haber caído en cuenta de lo que implica armar a Kiev con dinero propio y no con dinero ajeno.