“Los que se ensoberbecen en el poder caen tarde o temprano”: cardenal Rodríguez

0
975
Cardenal de Honduras, Óscar Andrés Rodríguez.

Tegucigalpa – El cardenal de Honduras, Óscar Andrés Rodríguez Maradiaga, en la homilía de este domingo en la Catedral Metropolitana San Miguel Arcángel de Tegucigalpa,  reflexionó sobre las personas que se enferman de soberbia en el poder y sentenció que “caen tarde o temprano”.

-“Jesús acuérdate de esta pobre Honduras”, oró el religioso al final de la homilía dominical.

 “La gente no mira y no reconoce la historia, todos aquellos que se ensoberbecen en el poder, que no lo ejercen con humildad,  caen tarde o temprano”, exclamó el máxima jerarca de la Iglesia Católica en Honduras.

 Acto seguido, ejemplificó que después no quedan más que ruinas como el imperio romano, específicamente el coliseo romano donde se sacrificaron muchos cristianos.

“Todos aquellos que se creen reyezuelos de este mundo, que quieren esclavizar a los demás con cualquiera de los crímenes, ninguno de los capos del crimen organizado saldrán de cuatro paredes, tantos van a salir para el cementerio”,  caviló el cardenal hondureño.

De igual manera indicó que una vida llena de cosas materiales al final no trae felicidad, al contrario, deja un vacío terrible.

El religioso también habló sobre la ola de violencia en Honduras y expresó que “aquí lo que se vive es el crimen, la muerte, el asesinato, la violencia y la corrupción”.

No obstante, recalcó que nunca es tarde para la salvación y todos pueden buscarla.

Instó a que en cualquier circunstancia se puede orar y pedir al Señor que se acuerde de uno, como lo hizo el “delincuente” al lado de su cruz.

“La promesa de Jesús al buen ladrón nos da una gran esperanza, nos dice que la gracia de Dios es siempre más abundante que la plegaria que la ha pedido, el Señor siempre da más de lo que se pide”, zanjó.

A continuación Diario Paradigma reproduce la lectura del día tomada del evangelio según san Lucas (23,35-43):

En aquel tiempo, los magistrados hacían muecas a Jesús diciendo:
«A otros ha salvado; que se salve a sí mismo, si él es el Mesías de Dios, el Elegido».
Se burlaban de él también los soldados, que se acercaban y le ofrecían vinagre, diciendo:
«Si eres tú el rey de los judíos, sálvate a ti mismo».
Había también por encima de él un letrero:
«Este es el rey de los judíos».
Uno de los malhechores crucificados lo insultaba diciendo:
«¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros».
Pero el otro, respondiéndole e increpándolo, le decía:
«¿Ni siquiera temes tú a Dios, estando en la misma condena? Nosotros, en verdad, lo estamos justamente, porque recibimos el justo pago de lo que hicimos; en cambio, éste no ha hecho nada malo».
Y decía:
«Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino».
Jesús le dijo:
«En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el paraíso».