El traspaso presidencial argentino y la constante suma de herencias recibidas

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Fotografía tomada el pasado 28 de octubre en la que se registró al presidente electo de Argentina, Alberto Fernández, al saludar, tras su encuentro con el actual mandatario, Mauricio Macri, en la Casa Rosada de Buenos Aires (Argentina). EFE/Juan Ignacio Roncoroni/Archivo

Buenos Aires – A las puertas de que Alberto Fernández asuma la Presidencia de Argentina, dos «herencias recibidas» avivan la transición: la que el mandatario electo asegura recibir del actual gobierno, al que acusa de devastar el país, y la que el saliente, Mauricio Macri, insiste tuvo que enfrentar en 2015 al suceder a Cristina Fernández, que ahora será vicepresidenta.

Con apenas excepciones, cada nuevo presidente de la actual democracia argentina ha heredado una grave crisis económica. Solo como ejemplo, Carlos Menem sucedió en 1989 a Raúl Alfonsín en medio de la hiperinflación; Fernando de la Rúa dimitió y dejó en 2001 en helicóptero la Casa de Gobierno con el «corralito» bancario de fondo y Néstor Kirchner asumió en 2003 con casi el 20 % de desempleados.

En poco más de un mes, desde el 10 de diciembre, Fernández gobernará una Argentina en recesión desde abril de 2018, con un peso cada vez más devaluado (un 71 % en dos años), una inflación galopante (53,5 % interanual), aumento del paro (10,6 %, la cifra más elevada desde comienzos de 2006), la pobreza en el 35,4 % de la población y una bomba por desactivar: la alta deuda exterior.

2015 VERSUS 2019

«En el gobierno de Macri cerraron cada día 43 empresas y por eso generaron 5 millones de pobres», expresó esta semana Fernández en una charla ante estudiantes en México, primer país que visita tras ganar las elecciones del 27 de octubre pasado.

Poco antes de que el futuro mandatario se reuniera con el presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, el ejecutivo de Macri -lastrado por la crisis y derrotado en los comicios por ocho puntos, una diferencia mucho menor a la que preveían las encuestas- difundía un documento en el que hacía repaso a la «herencia» que deja a las nuevas autoridades.

«A fin de 2019 el país está listo para crecer. Sin magia, sin mentira, sin ficción», remarcaba el texto, en el que el macrismo reconoce que hay problemas pero destaca los logros conseguidos con el «esfuerzo» para revertir otra «herencia», la que dejó en 2015 Cristina Fernández de Kirchner, compañera política de Alberto.

El gobierno saliente, que llegó al poder tras 12 años de kirchnerismo, reitera que se encontró un «banco central sin reservas», un «déficit fiscal brutal», un «desempleo mentiroso y una pobreza estructural altísima», elevada inflación, un tipo de cambio atrasado y un Estado «arrasado» y empresas públicas «quebradas».

Contra eso, afirma que ahora hay equilibrio fiscal primario, menor presión tributaria, un tipo de cambio competitivo, subida de las exportaciones, mejores infraestructuras y recuperación de las fuentes de energía propias, ya que, según recuerdan, en 2015 había que importar energía y ahora Argentina exporta.

Contraatacando desde México, el futuro jefe de Estado pidió al equipo saliente parar con la «mentira» y atribuyó la crisis a la «gran inoperancia del gobierno», ya que en su opinión hace dos años nadie imaginaba que Argentina podría acabar en esta situación.

LA DEUDA EXTERNA

En una entrevista realizada por el expresidente ecuatoriano Rafael Correa y difundida este jueves, Fernández asumió que «cuando Cristina dejó el Gobierno», el país tenía problemas de inflación, pocas reservas y un dólar «muy contenido», pero aseveró que no contaba con problemas de deuda.

Argentina registraba a mediados de este año una deuda exterior bruta de 283.567 millones de dólares, frente a los 157.792 millones de finales de 2015, cifra que no tenía en cuenta los alrededor de 9.000 millones que debía a los llamados «fondos buitre» -acreedores que no aceptaron el canje del año 2005 y 2010 y que hacían estar en un cese de pagos selectivo-, que acabó costeando el ejecutivo de Macri en marzo de 2016.

El nuevo gobierno peronista deberá estudiar cómo pagar el alto endeudamiento, en especial el préstamo de 56.300 dólares otorgado por el Fondo Monetario Internacional cuando la abrupta fuga de capitales de abril de 2018 llevó al ejecutivo macrista a pedir ayuda.

La situación se agravó tras el triunfo de los Fernández en las primarias del pasado agosto -instancia electoral previa a las generales-, algo que provocó fuertes turbulencias financieras y llevó al gobierno a anunciar un alargamiento de los plazos de vencimiento de los títulos de corto plazo y la intención de hacer lo mismo con los de mediano y largo plazo, lo que la oposición considera en la práctica otro cese de pagos.

LOS ALTOS CARGOS

Este miércoles, en su primer acto público tras los comicios, Macri, que ya se perfila como futuro referente de la oposición tras salir fortalecido de su no tan fuerte derrota, reconoció que su gestión no terminó de solucionar los problemas estructurales de la economía, aunque consideró que donde «antes no había nada» hoy hay «cimientos sólidos».

Pero esta discusión entre la una y la otra herencia recibida no se limita a las primeras espadas de la política.

El secretario de Modernización, Andrés Ibarra, salió al cruce para desmentir que en los últimos tiempos del periodo de Macri se hayan nombrado a altos cargos con «cifras siderales» de sueldos y contratado de forma indiscriminada a empleados que no hicieron carrera administrativa, como había criticado el presidente electo.

«El año pasado, el presidente firmó un decreto por el cual prohibimos cualquier tipo de ingreso al Estado, salvo situaciones que tengan que ver con seguridad, Fuerzas Armadas, hospitales y coberturas de cargos muy especiales», dijo Ibarra, que subrayó que en estos años se ha reducido casi el 20 % la plantilla en la Administración Pública y que, en cambio, el kirchnerismo la había aumentado el 91 %.

Sea como fuere, la transición al 10 de diciembre transcurre, al menos de momento, en relativa calma. Habrá que ver en qué lugar pone la historia esta herencia y todas las que estén por llegar.