Del «brexit» al «megxit»

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EFE/EPA/HENK KRUGER / POOL

Madrid – No está demostrado que exista vida inteligente en otros planetas ni que haya extraterrestes que quieran independizarse de su galaxia; pero, si hay un solo habitante más allá de la Tierra, no cabe duda de que a estas alturas le habrán llegado noticias del «brexit».

Si alguno de estos seres inteligentes aterrizase ahora, contaría con la ventaja de ahorrarse toda la incertidumbre generada durante los últimos años: ¿seguro que se lleva el «brexit» a término o al final se impone el «bremain» («Britain remain») y el Reino Unido permanece en la Unión Europea?

Y si se despide, ¿en qué condiciones se producirá la salida: «brexit» blando o «brexit» duro?, ¿habrá luego un «breturn» («Britain return») o no cabe esperar retorno?

Probablemente, antes que dedicarse a investigar el origen del término «brexit», nuestro extraterrestre consultaría el folleto turístico de la Tierra en busca de otras atracciones más divertidas.

En vano: una vez que uno se enreda en los misterios de la lengua, son una droga, te enganchan. A su pesar, remontando el rastro lingüístico, advertiría que antes de hablarse del «brexit» ya se había popularizado «grexit» para hacer referencia al posible abandono de Grecia de la Unión Europea.

Entonces, por mera curiosidad alienígena, acaso le daría por rastrear otros casos de creaciones acabadas en «-exit». Descubriría que ya se han internado en las páginas de los periódicos las voces «frexit», «dexit», «spexit», «italexit» y «nexit», y en este caso quienes supuestamente se despedirían de la Unión Europea serían Francia, Alemania (Deutschland en alemán), España (Spain en inglés), Italia y los Países Bajos (Netherland en inglés).

De producirse todas estas bajas, a la Unión Europea se le juntaría una grave crisis identitaria con la crisis del nido vacío.

Las fugas no acaban aquí: la terminación «-exit», propia de quien quiere estar a la moda, se aprecia también en «catexit» (en ocasiones «catalexit») en alusión a la independencia por parte de Cataluña de España. Ha cogido tanto vuelo que ha aterrizado al otro lado del océano Atlántico, donde se documenta el término «calexit» en relación con la hipotética salida de California de Estados Unidos.

Visto el panorama, al extraterrestre se le encendería la luz y mandaría un mensaje para invadir la Tierra: «Guerra chupada. Pan comido. ¡Jodó con la globalización! Si ‘divide y vencerás’ es cierto, ya se dividen ellos solos».

A la espera de respuesta cósmica, sus ojos (sus órganos visuales), adiestrados en cazar neologismos, terminarían posándose sobre las noticias en torno al Palacio de Buckingham y no tardarían en toparse con el «megxit» (o «meghxit»).

«¿Qué país comienza por Meg?», se preguntaría. Para aprender al cabo de unos párrafos que en esta ocasión este juego de palabras se está aplicando a un antropónimo y se usa para hablar de la intención de Meghan y Harry de apartarse de las actividades de la Corona inglesa. ¿Y por qué no, tal como ya hacen unos pocos medios, y correspondiendo la decisión a ambos duques, no apostar por «sussexit»?

Comprendería que estamos ante una separación traumática para Isabel II, que tal vez la reina lamente ese matrimonio y que, puestos a torpedear la tradición, desee culpablemente que su nieto se divorcie. Claro que, para informar de tal situación, no encontraría la palabra «divorcio». A buen seguro, imbuido ya de nuestro gracejo expresivo, el alien hablaría de «enlacexit».